viernes, 4 de junio de 2010

La Forestal

Año 1945-
Alexandra y Jane bajan las escaleras casi volando para aterrizar en el suelo con una pirueta. Un gran saludo y una reverencia a papá hacen que el ambiente cobre vida en la gran mansión. Las sirvientas y el ama de llaves han salido también a reverenciar al gran hombre que por la purta acaba de entrar.
-Saludos, gran Francis.- Dicen todos los sirvientes a su turno.
-Saludos, saludos.- Respondia Francis.
Francis era el padre de las mellizas Alexandra y Jane, que le esperaban justo en el final de la cola.
-Oh, ¡mis queridas hijas!- Exclamó con alegría.
-Hola papá- dicieron a coro.
-¿Sabeis qué os he traído?- Dijo mientras las caras de las pequeñas le miraban fijamente y con un brillo en los ojos.- Unas pastas para el postre y una muñeca de porcelana.
Sacó el paquete de pastas, al que no prestaron la más mínima atención, y rebuscaron ansiosas la muñeca.
Era una muñeca simple de porcelana, como tantas otras, pero le cojieron cariño enseguida.
Había un detalle que el padre no habia contado a sus hijas, en el que ni ta solo se habia fijado: la muñeca se llamaba Jane. Podia ser casualidad, pero él sospechaba de algo. Tenía ese sentimiento que, como pasa siempre, nos avisa de una desgracia.
Aunque solo eran suposiciones.
Se miró a Jane. Esa chiquilla quisquillosa de pelo negro y ojos azules era su querida hija. No podria pasarle nada malo.

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