martes, 8 de febrero de 2011

Manual de instrucciones para crear a Sara Belder

Sara Belder iba a ser el nombre de la protagonista de mi historia. No tendría nada que los demás no tuvieran, pero tampoco sería hija de padres pobres divorciados o cualquier historia
complicada que los grandes escritores cuentan a menudo en sus novelas. Sara Belder no tendría un corazón tierno. Lo único que la diferenciaría un poco de los demás iba a ser la crueldad. A mí no me gustaban las historias típicas, así que Sara no se iba a convertir en una santa en el final de mi libro. Tampoco es que a la gente de su entorno le preocupara que Sara fuera cruel, porque al fin y al cabo, todos lo eran. En la calle, en casa, en el trabajo o en el instituto, todo el mundo iba a ser cruel en mi historia, porque iba a ser realista.
-¿Porqué quieres ser tan pesimista a la hora de contar una historia?- Me preguntó un día mi hermana, mientras estaba leyendo, otra vez sin permiso, mis cosas.
-No te importa.- Le dije. Creo que fue entonces cuando empezó a sospechar cosas. Como por ejemplo, a sospechar que yo era gótica y que pensaba en suicidarme. Aunque evidentemente lo hacía para chincharme, porque sabía que no me gustaba que me llamasen gótica. Aunque no tengo nada en contra de la gente gótica. Es más, me parecen gente interesante, porque algo deberán haber hecho para pensar de ese modo.
Volvamos al libro.
Cualquier personaje debe de tener un físico y una forma de ser que le definan. Sara, por su parte, estaba decidida en la clase social que tenía cada uno de sus compañeros de clase y la cumplía a rajatabla. Es decir, que a los que se les consideraba unos marginados, no les dirigía la palabra.
En ese tema, hice como hacen en las películas: exageré el sistema del instituto para que así Sara resaltara aún más su carácter.
Me dejé llevar.
Fue entonces cuando se me ocurrieron los nombres para la gente más cercana a ella.
Cinto, iba a ser el chico chulo de clase que le proporcionaba el tabaco a Sara y, por tanto, una de las personas que disfrutaba de su sonrisa bonita (pero falsa). Amanda, su mejor amiga, tenía un carácter temperamental y junto con Sara eran algo peligrosas. Lena era la suspendedora oficial del grupo (porque aunque Sara fuera algo similar a una matona, no quería corresponder al tópico de que fuera también una estudiante fracasada) y Samuel era el mejor amigo de Cinto, y pronto se convertiría en el chico más reclamado de cuarto curso.
Sara ya tenía a sus amigos.
“Cinto, Amanda, Lena y Samuel ya han cobrado vida propia junto a Sara.”, pensé tras dejar atrás mis cavilaciones y me ponía a escribir las ideas que se me habían ocurrido.
-Puede que, en el fondo, Sara sea una buena chica. Así suena más bonito, ¿no crees?
-¡Qué te he dicho que no leas mis historias sin permiso!
-Ya, ya... solo lo hago para encontrar la bonita historia de un amor no correspondido llevado al suicido, ¿no te parece? Anda ya y déjame, que esta también es mi casa.
-Pero mis cosas.
-Lere, lere, lara, lara...- Dijo silbando mi hermana después de dejarme algo atónita con su capacidad tan rápida de responder a mis preguntas. Me sacaba de quicio.
Sara era mi compañera de trabajo ese fin de semana, y por eso debía pensar con rapidez y dejarme de estar con peleas con mi hermana. En fin, qué se le va a hacer...
Cogí el bolígrafo y volví al mundo realista de Sara Belder, mientras relataba los primeros cigarros de Sara, la primera pelea con uno de los marginados y, también, su curioso día a día con Amanda y Samuel.
-En fin...- Me dije.- Ya he terminado.

1 comentario:

  1. Me ha gustado como has creado a Sara Belder, me gusta. Escribes muy bien, ¿lo sabías?

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