lunes, 12 de septiembre de 2011

Incendio

Un manto blanco cubría el cielo, haciendo que la luz que se filtraba a través de él fuera escasa a esas horas. Era muy posible que pronto empezara a llover...
Me preguntaba dónde estaría Jorge, y que estaría haciendo para hacerme esperar media hora de ésa manera, delante de un portal en el que no paraba el flujo de gente.
“Tranquila, tranquila...”, me decía a mi misma para no salir corriendo de allí.
Una señora algo mayor, de unos cincuenta y tantos años, salió del portal y se quedó mirando cómo sacaba mi móvil y escribía un mensaje con el pulso agitado.
No parecía tener un interés especial por ése aparato electrónico, así que supuse que me conocía y me dirigí a saludarla cuándo miró el reloj con un gesto nervioso y se fue corriendo calle abajo. Bueno... “corriendo” no es exactamente cómo salió, sólo una manera de expresarlo.
Así pues, algo extrañada y enfadada, me dirigí hasta mi casa para abandonar esa espera que me tenía algo cansada ya.
Las calles estaban vacías y oscuras, y las pocas tiendas que aún quedaban abiertas iban cerrándose a medida que yo iba pasando por la solitaria calle.
A cada paso que daba, a cada segundo que pasaba, una sensación de incomodidad iba invadiendo mi cuerpo. Y no sabía el por qué.
El por qué estaba, sin embargo, a dos calles situadas paralelamente de la que estaba yo.
Me enteré esa misma noche, cuando, en las noticias apareció la calle de Luján, una prima de Jorge, e indicaban que un incendio se había producido en una de las casas de la calle 14.
Sorprendida y aterrada, subí el volumen haciendo caso omiso a las quejas de mis padres mientras un hombre contaba los hechos con un fondo desolador:
-Todo ha ocurrido esta misma tarde, cuándo el joven se disponía a abandonar la casa. Entonces, según cuentan la policía y los bomberos, se cayó una sartén con aceite encima del sofá y empezó a quemarse debido a la alta temperatura de ésta. Tanto la mujer cómo el joven estaban fuera de la casa cuando eso ocurrió, y el incendio no se ha cobrado víctimas mortales.
Aliviada, me fui a mi habitación a llamar a Jorge. Cuándo escuché su voz, me sentí aliviada de repente.

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