sábado, 10 de abril de 2010

El balcón

Ahí estaba ella, de pie descalza en el balcón. No había nuves a la vista y solo se ditingía que era primavera por las alocadas rafagas de viento que soplavan a lo lejos, removiendo los arboles.

A ella le hacía gracia ver a su perrito correteando por el jardín, ver como ladrava al aire creiendo que era el dueño del mundo, ver como dava saltitos, como movia sus patitas de pollo sacudiendo la arena del pequeño turón donde hacia sus necesidades...
Entonces aparecia Dina, la otra perrita, y se sentaba pancha en el sol. La pequeña era tan graciosa...!
Les quería.

Entonces, desviando la vista, aparecian las elegantes gatas negras tumbadas al sol, una encima de la otra, y la mas pequeña de todas dando saltitos alrededor de las mayores. Era más graciosa aun que su querida perrita...!
El asqueroso gato gris que robava la comida de sus queridas gatas no se veia por ningun lado.
Bueno, se decia ella, si venia le caeria encima un buen cubo de agua, y era normal que ya supiese lo que le esperaba.

Se sujetó a la barandilla para ver como la elegante gata de colores calidos dormia plazidamente, alejada de todo, en una ventana del estudio.
Las gatas blancas y la siames no se veian en ningun lado y supuso que estarian en el garage, en la agradable sombra del altillo.

Caminó hacia el otro lado, esquivando las diminutas piedrecitas que estaban en su camino y vió un escarabajo volador. Volaron en sus recuerdos los veranos en que jugaba con su abuela y los veia zumbir por la calle, armando jaleo y haciendose notar, señalando que era verano.
Compartian el mundo con ella. Se alejó calle abajo y no lo volvió a ver.
Entonces vió a dos abejorros volando cerca de ella y los dejó hacer; dejó que se pusieran encima del libro que antes leía hasta que se marcharon.
Miró un poco más el jardín , viendo como las gatas se habían acercado a comer la comida que les habia puesto ella hacía ya una media hora, como la gata grande de colores calidos seguia dormida placidamente con los rayos del sol difuminando sus colores y vio tambien que las gatas blancas y la siames salian del garage para comer un poco.
Dina y Chico estaban los dos tumbados al sol, panchos y relajados pese a a proximidad de las gatas.
Su otro perro estaba en el balcón de abajo, tumbado al sol, como de costumbre.

Ella hacía lo mismo: tumbarse al sol y leer bajo la calidez de todo. Qué agradable resultaba ver como, pese a sus diferencias, todos se tumbavan al sol para calntarse un poco, ver como disfrutaban igual que disfrutaba ella le producia placer.

Vió a una elegante avispa cerca de ella y se asustó.
Penso en dejarla hacer, pero se acercaba peligrosamente, así que cuando se fue se quedo relajada.
Pensó en quedarse un rato más y cojió el movil, apago la radio cojió el libro y entro e casa para contradecerse a si misma.

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