viernes, 6 de agosto de 2010

El asesino de Green River

Da qué pensar un simple documental en el biography. O en crímenes imperfectos. Da igual en que canal, en qué programa y cuantas veces aparezca este hombre y su terrible... y suS terribleS crimenes. Nunca dejara de sorprenderme la manera de pensar (si es que piensan, claro) de los asesinos. Disfrutad de la informacion y si os interesa esta historia, recomienso ver algun vidio. Saludos, Anairda.


A simple vista era un tranquilo pintor de camiones de Seattle. Y para los feligreses de la iglesia pentecostal a la que iba era el hermano Gary: el que lloraba durante los servicios religiosos, y predicaba con la Biblia en la mano.

Pero detrás de esa mirada lúcida y ese semblante frágil se escondía uno de los mayores asesinos en serie en la historia de los Estados Unidos: entre 1982 y 2001 asesinó por lo menos a 48 mujeres, la mayoría prostitutas.

Gary Leon Ridgway (nacido en Utah en 1949) aprendió de su padre el desprecio hacia las prostitutas. Creía que su trabajo era perverso e inmoral, y que eran "agentes" que servían para propagar esa perversión e inmoralidad hacia la gente decente: hacían caer en el pecado a los ciudadanos puros.

Antes de que cumpliera los 30 años se convirtieron en su obsesión y decidió salir directamente a la calle, a darles caza.

Las levantaba en la calle, tenía sexo con ellas y luego las estrangulaba en su casa o en su camión.

Asesinaba en las narices de la Policía, pero recién pudieron atraparlo en 2001, cuando confesó haber matado a tantas mujeres que había perdido la cuenta. Todas eran de la misma zona: Green River, un suburbio al sur de Seattle.

Ridgway se había casado tres veces, y venía de un hogar matriarcal. Su madre era lo más importante para él, y vivió deprimido desde su muerte.

Le gustaban las orgías, el alcohol y, paradójicamente, la lectura de la Biblia. Decía no recordar el rostro de sus víctimas, porque: "No eran nada para mí. Las levantaba, las mataba y me deshacía de ellas".

Los cadáveres los cubría con hojas, basura y desperdicios. Lo que sí recordaba era dónde tiraba los cuerpos, porque a veces volvía para tener relaciones sexuales con los cadáveres.

Lo atraparon en 2001 gracias a estudios de ADN, después de que matara impunemente durante casi dos décadas. Gracias a un acuerdo con la fiscalía, se libró de la pena de muerte. Hoy cumple prisión perpetua en una cárcel de Seattle.

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